A estas alturas estamos
hartos de escuchar el descontento generalizado que existe con las malas
prácticas realizadas por la gran mayoría de los bancos. El escándalo de las
participaciones preferentes es de juzgado de guardia pero tan sólo es la punta
del iceberg de un negocio que está degenerando en una especie de mercadillo
financiero e incluso no financiero.
Basta acudir a una oficina
en los últimos años para ver como los comerciales han pasado de vender
productos de ahorro y seguros a ofrecer cafeteras, cuberterías, televisiones,
portátiles, bicicletas y ahora pisos.
Pero el principal problema
del negocio bancario es que concentra en
un único punto la fábrica, el asesoramiento y la venta de un producto. Para
hacer un símil con el mundo de la medicina es como si la empresa farmacéutica,
el médico y la farmacia fuera una misma persona.
La empresa farmacéutica
que fabrica el producto siempre te va a decir que el suyo es el mejor. El papel
del médico es asesorarte, él es el especialista y no debe tener ningún interés especial
por ningún medicamento concreto. Una vez que el médico te recomienda un
producto te diriges a la farmacia y el farmacéutico te lo vende. Él es el que
te indicará una marca u otra, él es el que realiza la venta pero siempre bajo
el criterio del médico.
Pues en una oficina bancaria la empresa farmacéutica, el médico y el
farmacéutico es la misma persona.
Para más inri existe un
ser supremo que es la Dirección General del banco que es la que decide que
“medicamento” hay que vender en cada
ocasión. Son las conocidas campañas
que tienen los bancos: seguros de vida, de salud, pensiones, fondos de
inversión…es como la semana fantástica de El Corte Inglés pero cada cierto
tiempo va cambiando el producto.
Así que da igual que te
presentes al banco con dolor de cabeza y que hasta el más cortito vea que
necesitas una aspirina, si coincide que vas durante la semana de los
supositorios te vas a ir a casa con varios kilos de ellos, que hasta vas a tener que comerte los garbanzos
atados.
En la banca tradicional el
banquero de confianza te recomendaría el producto que realmente te hace falta y
se ajusta mejor a tus necesidades, eran otros tiempos en los que incluso ser
banquero podía ser vocacional.
Pero el negocio bancario se
ha convertido en algo realmente repugnante en lo que sólo cuenta vender lo que te mandan desde arriba, da igual que sea
un producto tóxico o que a ese cliente no le sea de ninguna utilidad. El
comercial de la oficina si no vende no cobra y en algunos casos se va incluso a
la calle.
Daría para escribir varios
libros la de salvajadas que se han visto en una oficina bancaria pero lo de los
últimos años ya no tiene nombre. Una cosa es colocar a un anciano casi analfabeto el mejor portátil del mercado
(cuando al hombre le bastaba con una máquina de escribir) y otra cosa es vender
a gente mayor un producto de alto riesgo como si fuese un depósito a plazo y
decirles que se llaman participaciones
preferentes porque sólo se ofrecen a clientes preferentes.
Desde
AhorroyFinanzas® nos damos por satisfechos
con que alguno de los lectores se acerque a su banco sabiendo que necesita una
aspirina y diciendo NO al supositorio que le quiere endosar su banco.
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