martes, 23 de octubre de 2012

Lo que la verdad esconde dentro de una oficina bancaria


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A estas alturas estamos hartos de escuchar el descontento generalizado que existe con las malas prácticas realizadas por la gran mayoría de los bancos. El escándalo de las participaciones preferentes es de juzgado de guardia pero tan sólo es la punta del iceberg de un negocio que está degenerando en una especie de mercadillo financiero e incluso no financiero.



Basta acudir a una oficina en los últimos años para ver como los comerciales han pasado de vender productos de ahorro y seguros a ofrecer cafeteras, cuberterías, televisiones, portátiles, bicicletas y ahora pisos.

Pero el principal problema del negocio bancario es que concentra en un único punto la fábrica, el asesoramiento y la venta de un producto. Para hacer un símil con el mundo de la medicina es como si la empresa farmacéutica, el médico y la farmacia fuera una misma persona.

La empresa farmacéutica que fabrica el producto siempre te va a decir que el suyo es el mejor. El papel del médico es asesorarte, él es el especialista y no debe tener ningún interés especial por ningún medicamento concreto. Una vez que el médico te recomienda un producto te diriges a la farmacia y el farmacéutico te lo vende. Él es el que te indicará una marca u otra, él es el que realiza la venta pero siempre bajo el criterio del médico.

Pues en una oficina bancaria la empresa farmacéutica, el médico y el farmacéutico es la misma persona



Para más inri existe un ser supremo que es la Dirección General del banco que es la que decide que “medicamento”  hay que vender en cada ocasión. Son las conocidas campañas que tienen los bancos: seguros de vida, de salud, pensiones, fondos de inversión…es como la semana fantástica de El Corte Inglés pero cada cierto tiempo va cambiando el producto.

Así que da igual que te presentes al banco con dolor de cabeza y que hasta el más cortito vea que necesitas una aspirina, si coincide que vas durante la semana de los supositorios te vas a ir a casa con varios kilos de ellos, que hasta vas a tener que comerte los garbanzos atados.

En la banca tradicional el banquero de confianza te recomendaría el producto que realmente te hace falta y se ajusta mejor a tus necesidades, eran otros tiempos en los que incluso ser banquero podía ser vocacional.

Pero el negocio bancario se ha convertido en algo realmente repugnante en lo que sólo cuenta vender lo que te mandan desde arriba, da igual que sea un producto tóxico o que a ese cliente no le sea de ninguna utilidad. El comercial de la oficina si no vende no cobra y en algunos casos se va incluso a la calle.

Daría para escribir varios libros la de salvajadas que se han visto en una oficina bancaria pero lo de los últimos años ya no tiene nombre. Una cosa es colocar a un anciano casi analfabeto el mejor portátil del mercado (cuando al hombre le bastaba con una máquina de escribir) y otra cosa es vender a gente mayor un producto de alto riesgo como si fuese un depósito a plazo y decirles que se llaman participaciones preferentes porque sólo se ofrecen a clientes preferentes.

Desde AhorroyFinanzas® nos damos por satisfechos con que alguno de los lectores se acerque a su banco sabiendo que necesita una aspirina y diciendo NO al supositorio que le quiere endosar su banco.
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A estas alturas estamos hartos de escuchar el descontento generalizado que existe con las malas prácticas realizadas por la gran mayoría de los bancos. El escándalo de las participaciones preferentes es de juzgado de guardia pero tan sólo es la punta del iceberg de un negocio que está degenerando en una especie de mercadillo financiero e incluso no financiero.



Basta acudir a una oficina en los últimos años para ver como los comerciales han pasado de vender productos de ahorro y seguros a ofrecer cafeteras, cuberterías, televisiones, portátiles, bicicletas y ahora pisos.

Pero el principal problema del negocio bancario es que concentra en un único punto la fábrica, el asesoramiento y la venta de un producto. Para hacer un símil con el mundo de la medicina es como si la empresa farmacéutica, el médico y la farmacia fuera una misma persona.

La empresa farmacéutica que fabrica el producto siempre te va a decir que el suyo es el mejor. El papel del médico es asesorarte, él es el especialista y no debe tener ningún interés especial por ningún medicamento concreto. Una vez que el médico te recomienda un producto te diriges a la farmacia y el farmacéutico te lo vende. Él es el que te indicará una marca u otra, él es el que realiza la venta pero siempre bajo el criterio del médico.

Pues en una oficina bancaria la empresa farmacéutica, el médico y el farmacéutico es la misma persona



Para más inri existe un ser supremo que es la Dirección General del banco que es la que decide que “medicamento”  hay que vender en cada ocasión. Son las conocidas campañas que tienen los bancos: seguros de vida, de salud, pensiones, fondos de inversión…es como la semana fantástica de El Corte Inglés pero cada cierto tiempo va cambiando el producto.

Así que da igual que te presentes al banco con dolor de cabeza y que hasta el más cortito vea que necesitas una aspirina, si coincide que vas durante la semana de los supositorios te vas a ir a casa con varios kilos de ellos, que hasta vas a tener que comerte los garbanzos atados.

En la banca tradicional el banquero de confianza te recomendaría el producto que realmente te hace falta y se ajusta mejor a tus necesidades, eran otros tiempos en los que incluso ser banquero podía ser vocacional.

Pero el negocio bancario se ha convertido en algo realmente repugnante en lo que sólo cuenta vender lo que te mandan desde arriba, da igual que sea un producto tóxico o que a ese cliente no le sea de ninguna utilidad. El comercial de la oficina si no vende no cobra y en algunos casos se va incluso a la calle.

Daría para escribir varios libros la de salvajadas que se han visto en una oficina bancaria pero lo de los últimos años ya no tiene nombre. Una cosa es colocar a un anciano casi analfabeto el mejor portátil del mercado (cuando al hombre le bastaba con una máquina de escribir) y otra cosa es vender a gente mayor un producto de alto riesgo como si fuese un depósito a plazo y decirles que se llaman participaciones preferentes porque sólo se ofrecen a clientes preferentes.

Desde AhorroyFinanzas® nos damos por satisfechos con que alguno de los lectores se acerque a su banco sabiendo que necesita una aspirina y diciendo NO al supositorio que le quiere endosar su banco.

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